CONSIDERACIONES
EN TORNO AL EPISODIO MIROBRIGENSE SOBRE LA INDEPENDENCIA (y II)
Ignacio Mª Domínguez
Si reflexionamos sobre la heroica
defensa de la plaza de Ciudad Rodrigo descubriremos un doble y profundo
sentimiento, religioso y de independencia. Estos dimanaban, espontáneamente, de
la Junta de Armamento y defensa de Ciudad Rodrigo, que se había constituido en
1810 ante la proximidad de las tropas francesas y que integró en su seno a los
representantes de los tres estamentos que componían entonces la sociedad:
Religioso, Militar y Civil. La presidía el gobernador militar de la plaza
(General Herrasti) y varios militares. Le seguía el obispo Fray Benito Uría,
con canónigos, beneficiados, párrocos, Priores de los conventos que había
entonces en la ciudad y el Regidor de la ciudad con personal civil. En total
35.
Movidos por la fe y el sentido
patriótico, la guarnición entera luchó contra el ejército más poderoso de la
época repitiendo otras batallas libradas por idénticos ideales.
Solo tras una resistencia heroica
mantenida durante 75 días y agotados todos los recursos bélicos y económicos,
se produjo la capitulación; que no se extendió por escrito con las formalidades
de costumbre sino solo bajo la garantía de la mano y la palabra de honor que
dio de ella al Gobernador Herrasti, el Mariscal Ney en presencia de sus
generales, el Estado Mayor y jefes de la plaza. Una de las dolorosas
condiciones de esta capitulación era que los defensores serían conducidos a Francia en calidad de prisioneros.
Conquistada la plaza por los
franceses, no se comportaron tan mal éstos con el estamento militar (Herrasti y
sus oficiales) pero sí con las personalidades eclesiásticas de la junta de
defensa. En su historia Mateo Hernández Vegas (Tomo II capítulo XXVIII, página
335) describe minuciosamente la saña y vejaciones con que fueron tratados:
encarcelamientos, destierro, humillaciones con la designación de nuevos
prebendados nombrados por el intruso rey José, etc. Resumiendo: La clerofobia
gala.
El estado en que había quedado
Ciudad Rodrigo lo describe Masena cuando entra en la plaza y afirma “No puede
formarse idea del estado en que ha quedado Ciudad Rodrigo. Todo yace por tierra
y destrozado; no hay una casa intacta”.
Los máximos representantes de la
junta: Herrasti, D. José María del Hierro y Don Julián Sánchez, sufrieron en
mayor grado las consecuencias de su valerosa actuación reconocida incluso por
los vencedores.
Las Cortes de Cádiz expidieron un
decreto el 30 de junio de 1811 con seis puntos que conformaban un sensato
programa de restauración material y moral de la plaza y sus heroicos defensores.
Quizá por incomprensible
incumplimiento de algún punto del decreto o por alguna otra causa, el caso es
que hemos encontrado testimonios que denuncian el posterior abandono y olvido
de todos por parte de la administración.
José Ramón y Laca en su obra EL
GENERAL PEREZ DE HERRASTI (Capítulo VII) habla de la repatriación en lamentable
estado físico y moral de Herrasti, obligado a una depuración humillante de la
que salió reforzado y no obstante este injustificado maltrato y falta de
aprecio del mérito contraído por el ínclito general en la defensa de Ciudad
Rodrigo se impone la verdad y se restablece la justicia rehabilitándolo el rey
Fernando VII en su empleo y el ascenso a Teniente General.
D. Julián fue ascendido a
brigadier y terminada la guerra se le concedió “Un sable de honor” pero -dice
Pereira- aparte de esta honorífica distinción no volvió a merecer ascenso ni
merced real. Herrasti murió en Barcelona siendo gobernador militar y político
de la ciudad condal. Pero las solicitudes que ambos habían tramitado de otras
concesiones, no fueron atendidas y si concedidas a otros con méritos
inferiores. Sin embargo el Rey de Francia le concedió la condecoración de la
Orden de Lis en base a su ejemplar defensa de la plaza.
En 1888 en el semanario “La Voz
de la Frontera”, con motivo de la visita de la Infanta Isabel a Ciudad Rodrigo,
invocaba su positiva influencia, encaminada a conseguir una era más feliz para
nuestra abatida ciudad. Y le recuerda: “Ciudad Rodrigo vive hoy sufriendo las
graves consecuencias de ser plaza fuerte pero sin disfrutar, por lo desatendido
que está, de un pueblo fortificado y militar”. Y le dedica este sentido soneto
anónimo
A MIROBRIGA
Derrumbado coloso de
grandeza
que duermes olvidado
de la historia,
rincón donde se
guarda la memoria
de los héroes de
insigne fortaleza.
Emporio en otro
tiempo de nobleza
que coronó el laurel
de la victoria,
pueblo leal cuya
preclara gloria
empieza allí donde tu
nombre empieza.
Hoy, que pisando el
polvo ennegrecido,
tu recinto recorre
ilustre dama,
un instante no más
sal del olvido
para mostrarte digno
de tu fama.
Fiel a tus Reyes en
la historia has sido;
despierta pueblo, tu
lealtad te llama.
Pereira en la Iberia (1910)se
expresa así: “…que Herrasti en prisión
de Macón, como Don Julián en Salamanca y en Etreros y tantos otros honraron y
enaltecen el nombre de la patria tuvieron también sus días de amargura y
tristezas merced a la ingratitud de los hijos de esa patria a la que honraron
con sus sacrificios y heroísmos”. Y al final de este artículo en el propio
ejemplar de su puño y letra añade esta terrible frase: “Que por una paradoja
inexplicable va siendo ya axiomático en esta tierra de la proverbial hidalguía
que sea la ingratitud y el olvido la obligada recompensa de los grandes héroes.
En el himno a Ciudad Rodrigo hay
un texto que dice: ¡Oh! Miróbriga augusta no llores de la patria el ingrato desdén.
Por su parte el ayuntamiento de
Ciudad Rodrigo ha sabido valorar la gesta heroica de sus ancestros en aquellas
fechas. Y le ha dedicado ininterrumpidas conmemoraciones y monumentos como
escribíamos en anteriores artículos. Asimismo varias calles de la ciudad están rotuladas por los representantes de
aquella lucha sin igual: Pérez de Herrasti, José María del Hierro, Julián
Sánchez, Deán Aparicio, Ciego sabino, Lorenza Iglesias, etc.
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