lunes, 5 de noviembre de 2012

12.- EPISODIO MIROBRIGENSE (II)



CONSIDERACIONES EN TORNO AL EPISODIO MIROBRIGENSE SOBRE LA INDEPENDENCIA    (y II)

Ignacio Mª Domínguez


Si reflexionamos sobre la heroica defensa de la plaza de Ciudad Rodrigo descubriremos un doble y profundo sentimiento, religioso y de independencia. Estos dimanaban, espontáneamente, de la Junta de Armamento y defensa de Ciudad Rodrigo, que se había constituido en 1810 ante la proximidad de las tropas francesas y que integró en su seno a los representantes de los tres estamentos que componían entonces la sociedad: Religioso, Militar y Civil. La presidía el gobernador militar de la plaza (General Herrasti) y varios militares. Le seguía el obispo Fray Benito Uría, con canónigos, beneficiados, párrocos, Priores de los conventos que había entonces en la ciudad y el Regidor de la ciudad con personal civil. En total 35.
Movidos por la fe y el sentido patriótico, la guarnición entera luchó contra el ejército más poderoso de la época repitiendo otras batallas libradas por idénticos ideales.
Solo tras una resistencia heroica mantenida durante 75 días y agotados todos los recursos bélicos y económicos, se produjo la capitulación; que no se extendió por escrito con las formalidades de costumbre sino solo bajo la garantía de la mano y la palabra de honor que dio de ella al Gobernador Herrasti, el Mariscal Ney en presencia de sus generales, el Estado Mayor y jefes de la plaza. Una de las dolorosas condiciones de esta capitulación era que los defensores serían conducidos  a Francia en calidad de prisioneros.
Conquistada la plaza por los franceses, no se comportaron tan mal éstos con el estamento militar (Herrasti y sus oficiales) pero sí con las personalidades eclesiásticas de la junta de defensa. En su historia Mateo Hernández Vegas (Tomo II capítulo XXVIII, página 335) describe minuciosamente la saña y vejaciones con que fueron tratados: encarcelamientos, destierro, humillaciones con la designación de nuevos prebendados nombrados por el intruso rey José, etc. Resumiendo: La clerofobia gala.
El estado en que había quedado Ciudad Rodrigo lo describe Masena cuando entra en la plaza y afirma “No puede formarse idea del estado en que ha quedado Ciudad Rodrigo. Todo yace por tierra y destrozado; no hay una casa intacta”.
Los máximos representantes de la junta: Herrasti, D. José María del Hierro y Don Julián Sánchez, sufrieron en mayor grado las consecuencias de su valerosa actuación reconocida incluso por los vencedores.
Las Cortes de Cádiz expidieron un decreto el 30 de junio de 1811 con seis puntos que conformaban un sensato programa de restauración material y moral de la plaza y sus heroicos defensores.
Quizá por incomprensible incumplimiento de algún punto del decreto o por alguna otra causa, el caso es que hemos encontrado testimonios que denuncian el posterior abandono y olvido de todos por parte de la administración.
José Ramón y Laca en su obra EL GENERAL PEREZ DE HERRASTI (Capítulo VII) habla de la repatriación en lamentable estado físico y moral de Herrasti, obligado a una depuración humillante de la que salió reforzado y no obstante este injustificado maltrato y falta de aprecio del mérito contraído por el ínclito general en la defensa de Ciudad Rodrigo se impone la verdad y se restablece la justicia rehabilitándolo el rey Fernando VII en su empleo y el ascenso a Teniente General.

D. Julián fue ascendido a brigadier y terminada la guerra se le concedió “Un sable de honor” pero -dice Pereira- aparte de esta honorífica distinción no volvió a merecer ascenso ni merced real. Herrasti murió en Barcelona siendo gobernador militar y político de la ciudad condal. Pero las solicitudes que ambos habían tramitado de otras concesiones, no fueron atendidas y si concedidas a otros con méritos inferiores. Sin embargo el Rey de Francia le concedió la condecoración de la Orden de Lis en base a su ejemplar defensa de la plaza.
En 1888 en el semanario “La Voz de la Frontera”, con motivo de la visita de la Infanta Isabel a Ciudad Rodrigo, invocaba su positiva influencia, encaminada a conseguir una era más feliz para nuestra abatida ciudad. Y le recuerda: “Ciudad Rodrigo vive hoy sufriendo las graves consecuencias de ser plaza fuerte pero sin disfrutar, por lo desatendido que está, de un pueblo fortificado y militar”. Y le dedica este sentido soneto anónimo

A MIROBRIGA

Derrumbado coloso de grandeza
que duermes olvidado de la historia,
rincón donde se guarda la memoria
de los héroes de insigne fortaleza.
Emporio en otro tiempo de nobleza
que coronó el laurel de la victoria,
pueblo leal cuya preclara gloria
empieza allí donde tu nombre empieza.
Hoy, que pisando el polvo ennegrecido,
tu recinto recorre ilustre dama,
un instante no más sal del olvido
para mostrarte digno de tu fama.
Fiel a tus Reyes en la historia has sido;
despierta pueblo, tu lealtad te llama.

Pereira en la Iberia (1910)se expresa así:  “…que Herrasti en prisión de Macón, como Don Julián en Salamanca y en Etreros y tantos otros honraron y enaltecen el nombre de la patria tuvieron también sus días de amargura y tristezas merced a la ingratitud de los hijos de esa patria a la que honraron con sus sacrificios y heroísmos”. Y al final de este artículo en el propio ejemplar de su puño y letra añade esta terrible frase: “Que por una paradoja inexplicable va siendo ya axiomático en esta tierra de la proverbial hidalguía que sea la ingratitud y el olvido la obligada recompensa de los grandes héroes.
En el himno a Ciudad Rodrigo hay un texto que dice: ¡Oh! Miróbriga augusta no llores  de la patria el ingrato desdén.
Por su parte el ayuntamiento de Ciudad Rodrigo ha sabido valorar la gesta heroica de sus ancestros en aquellas fechas. Y le ha dedicado ininterrumpidas conmemoraciones y monumentos como escribíamos en anteriores artículos. Asimismo varias calles de la ciudad  están rotuladas por los representantes de aquella lucha sin igual: Pérez de Herrasti, José María del Hierro, Julián Sánchez, Deán Aparicio, Ciego sabino, Lorenza Iglesias, etc.

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