viernes, 21 de diciembre de 2012

15.- CONTESTANDO A MIGUEL CID




CONTESTANDO A MIGUEL CID CEBRIAN

Ignacio Mª Domínguez


Celebro que alguno de mis últimos artículos, publicados en nuestro caro semanario sobre la Guerra de la Independencia, haya producido en Miguel Cid, mi amigo y también mi alcalde (1983-1991) esa profunda emoción que tan bien describe en su artículo que aparece en La Voz de fecha 16 de noviembre pasado, trasladándome, generosamente, en su propio titular el testimonio de su gratitud que estimo en todo su valor.
Querido Miguel: hay en tu artículo una frase muy interesante referida a nuestras antiguas actividades-no siempre cumplidas por los políticos-, que, al menos por lo que  mí personalmente concierne, tengo asumida y conciencia de haberla observado a lo largo de toda mi ya larga vida. Así escribes: “Creo que nuestras ideologías quedaron superadas por el amor a Ciudad Rodrigo y por conseguir momentos significativos a la altura del prestigio de nuestro pueblo”. Otra cosa, Miguel, es la valoración de nuestras acciones y el mérito atribuible a su resultado. Yo poseo mi código de valoración de méritos recibido y adoptado por una valiosa lección recibida allá por el año 1947 del eminente canonista profesor en nuestra universidad de Comillas, el jesuita P. Regatillo (quizá te suene dadas tus relaciones con el Derecho). El estado le había concedido a través del Ministro de  Justicia Fernández Cuesta la Cruz de Honor de San Raimundo de Peñafort y ese día se le imponía la condecoración. El esplendoroso paraninfo de la universidad, abarrotado de autoridades civiles, eclesiásticas, claustro, alumnos, etc., era testigo de la ceremonia. Hubo discursos ensalzando los incontables méritos del “más ilustre de los canonistas contemporáneos” y “consultor del Papa en la Santa Sede”.
Sobresalió entonces el discurso del Nuncio apostólico que ostentaba la representación del Supremo jerarca de la iglesia, dueño y señor efectivo, entonces, del seminario y universidad de Comillas. Leyó un radiograma del Papa firmado por el entonces Secretario de Estado Cardenal Montini que, por respeto, fue escuchado en pie por todos los presentes; y llegó por fin la intervención del P. Regatillo. Da gracias a todos: al Papa, al Estado español, etc. pero sobre todo “a Dios nuestro señor de quien desciende todo bien”. La leyenda de la insignia dice “In iure merita”, pero él dice a Dios con los soliloquios de San Agustín: “Qui enumerat Tibi mertia sua, quid aliud enumerat nisi MUNERA tua? Es decir que renunciaba al mérito que todos le atribuían para referirlo exclusivamente a un regalo (munus) de Dios. Es una frase que denuncia en él la posesión de esas dos grandes virtudes, la fe y la humildad tan infravaloradas hoy, lamentablemente, en gran parte de nuestra sociedad. No te extrañará, querido Miguel que esta actitud ejemplarizante nos haya “marcado” como programa para toda una vida.
Esta filosofía Agustiniana se entronca justamente en la doctrina evangélica de aquella hermosa parábola de los talentos (M.t. 25.30). Podríamos realizar una amplia exégesis de esta parábola alegorizante, es decir figurativa y simbólica. Pero se alargaría en exceso este escrito y ya sabes que a nuestro Director Pepe Casamar no le gustan los artículos excesivamente largos… pero si te confesaré que este texto evangélico me ha producido siempre una honda preocupación ante la duda de si habré administrado bien los talentos que me hayan sido concedidos en el reparto. Desde luego lo he intentado; por supuesto no los he enterrado… y en esa lucha ando máxime ahora al atardecer de la vida en que me encuentro.
Y termino querido Miguel, dedicándote con todo afecto un pequeño obsequio navideño que espero disfrutarás. Estamos en tiempo de Adviento, es decir, esperando la conmemoración del suceso más importante de la historia de la humanidad: la Redención del género humano que se inicia con el Misterio gozoso de la Natividad o nacimiento del Redentor. Toda la cristiandad ecuménica se felicita y hermana, en estos días, con los mejores deseos de paz, felicidad y ventura (¡que bonito!) que yo, también aprovechando la proximidad de la Pascua te los transmito familiarmente, es decir de familia a familia, envueltos en un soneto alusivo a la Navidad de nuestro común y admirado que fue, amigo y poeta Jesús Rasueros. Una joya de filigrana poética y hondo contenido teológico que recuerda e incluso emula a otros grandes poetas que trataron, con éxito, este tema: Góngora, Lope de Vega, Gerardo Diego, etc


TAUMATURGIA


El Portal, es palacio, en rubio trigo;
la pluma del Arcángel, tornadera
y noche de Diciembre, a sol de era,
con un cielo de mundos, por postigo.

El incendio de amor, habla de abrigo;
la fragancia sutil, de primavera
y un sol ha levantado, su palmera,
para, en morse decir: “Venid conmigo”.

Nadie volvió a escuchar, tan regio coro;
en timbre tan viril, voces de armiño;
ni instrumentos de luz, con notas de oro.

La estrella: “Gloria a Dios, guiñó en su guiño”.
Y del primer Belén –célico foto-
Dios se hiciera, de barro, el primer Niño.

                                       JESÚS R. RASUEROS

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