martes, 29 de mayo de 2012

3.- EL DEPORTE EN NUESTRO TIEMPO


EL DEPORTE EN NUESTRO TIEMPO


Por Ignacio Mª Domínguez


“Tras los deportes ha venido la exageración de los deportes
y contra ésta si hay mucho que hablar. Es uno de los vicios,
de las enormidades contra la norma de nuestro tiempo, es una
de sus falsificaciones” ( Ortega y Gasset)

Si desdoblamos este texto orteguiano descubriremos dos conceptos antagónicos sobre un mismo tema: el deporte, que ha ido adquiriendo vital importancia en la sociedad. Estos dos conceptos podrían expresarse así: 1.) El deporte en sí considerado a favor del cual hay mucho que decir.                             2.) Exageración de los deportes contra la cual hay mucho que hablar.
Un profesor que me enseñó filosofía solía definir así el deporte: “ un ejercicio físico libérrimo, metódico, racional, al aire libre, en lucha honrosa tanto para acrecentar la fuerza, la destreza y la perfección físicas como para vigorizar la voluntad y las virtudes sociales”.
Según esta definición descriptiva resulta ser el deporte un hecho humano complejo con cuatro dimensiones: a.) el deporte es una función biológica; se manifiesta como una actividad de lujo proveniente de la necesidad de liberar la energía sobrante; de la necesidad de una distensión muscular que produce un equilibrio nervioso y un reconfortamiento físico.
                                  b.) el deporte ejerce también una función psicológica puesto que viene a ser una manifestación autoafirmativa de la personalidad; signo de un afán de dominio; alegre desviación de fuerzas e instintos perniciosos. Por otra parte  se dispone el espíritu y la inteligencia para que puedan actuar con plenitud y eficacia.
                                  c.) es además el deporte una función sociológica; Comunica entre sí a los ciudadanos  y a los pueblos, desarrollando las virtudes sociales que se engendran  con el intercambio. Y prescindiendo de esta comunicación social de tipo general, yo he podido personalmente experimentar, tras la práctica deportiva, una situación privilegiada de euforia que inclina a la relación con su mejor virtud: la amabilidad.
                                  d.)finalmente podemos reconocer en el deporte una función cultural. Y no es que lo consideremos como un factor causal de cultura; pero es una fuerza , aunque indirecta que significa cultura. Píndaro el divo de los líricos nació en los deportes olímpicos cantando a los atletas; uno de los cantos más perfectos de la Iliada es la descripción de los juegos fúnebres por Patroclo. Perfectamente conocidos todos es el Discóbolo de Mirón  y su escultura y la de Policleto, son evidentemente deportivas.
Al lado de una cultura de cumbre aparecen siempre en la historia las manifestaciones deportivas más perfectas.
De una manera también indirecta ejerce el deporte su función cultural: removiendo obstáculos (desequilibrios somáticos, perturbaciones psicológicas) que se oponen a la actividad normal del espíritu. De ahí la  conocida frase de Juvenal de los últimos versos de la Sátira X :“ Orandum est ut sit mens sana in corpore sano”. En este sentido tiene el deporte una alto valor educativo razón por la cual debe ser fomentado entre los jóvenes que se encuentran en época de educación y cultivo.
En una alocución a deportistas Pio XII decía en 1945: “El deporte bien dirigido desarrolla el carácter; hace valiente al hombre; generoso en la victoria y condescendiente en la derrota; afina  los sentidos; da penetración intelectual y centra la resistencia de la voluntad”.
Hasta aquí el deporte considerado como hecho humano, como autoejercicio y efectos que produce en el protagonista.
Si atendemos al deporte como espectáculo, es decir extrínsecamente o visto por de fuera le encontraremos sus razones estéticas. Aunque, como más adelante veremos, cada día es menor, por desgracia, el número de espectadores que estén aptamente predispuestos a la contemplación de las bellezas del deporte. Pero aún así hemos de admitir lo bello de las formas humanas en los movimientos atléticos; como es bella la precisión, la justeza que responden a la intención instantáneamente preconcebida por el deportista en acción, y la compenetración en los deportes de asociación, como el fútbol, etc.etc.
Toda esta bella misión del deporte pierde su encanto si observamos como se adultera en nuestros días este saludable hecho humano.” Ne quid nimis” toda exageración es repudiable, como  diría el Estagirita. El exceso que en nuestros días ha falsificado el deporte viene determinado: 1.) Una concepción fragmentada y unilateral del deporte;  se le viene concediendo un valor absoluto (el deporte por el deporte) y no relativo cual le pertenece, como preparador de la fecundidad de la vida en todos sus aspectos
                                              2.) Por la mercantilización repugnante a que ha llegado. Ya no es el deporte un ejercicio libérrimo y ha perdido sus notas esenciales de espontaneidad y despreocupación. El deporte ha llegado a erigirse inexorablemente, en carrera, en profesión que se ejerce en función de un jornal, sueldo, negocio, que aún llamándose prima, fichaje, etc., no llegan a ser vocablos ajenos a la crematística. Precisamente en estos días se ha destapado la deuda intolerable contraída por los clubes de fútbol de primera y segunda división que asciende globalmente a 5.200 millones de euros en los cuales se incluyen 752 millones de la deuda con Hacienda y 250 con la Seguridad Social. Muchas de estas sociedades están en suspensión de pagos y consecuente concurso de acreedores. ¿Cuál será el fin de estos escándalos?
Spengler  en “Años decisivos”  prueba que el desenfreno deportivo es un indicio de la decadencia de Occidente. Tesis que estimamos muy acertada y que él fundamenta en una exageración nociva a todas luces.
Es propio de la hora presente una exuberancia de los deportes. Cabe a este propósito citar las siguientes palabras del profesor Jose María Alejandro: “en nuestro tiempo el deporte es un tema específico, un fenómeno caracterizador; nuestra fachada es esencialmente deportiva. El campo de fútbol,  “el floor “ de basket, la cancha de tenis, el ring , el hipódromo, la piscina, pista, remo, volante, las mismas carreteras nacionales y las mejores en las que hay que dar paso a la caravana ciclista, dando un matiz inconfundible a nuestra vida moderna  cabría preguntarnos, cediendo un poco la idea spengleriana  de la cultura y la civilización si una vez pasada la edad del “homo sapiens”  (potencia espiritual, metafísica, artística) hemos llegado ya a la edad del “homo ludens”, pero considerado casi como una modalidad del “homo faber” , el tipo sagrado de hombre que ha plantado en Occidente el marxismo”.
Puestos ya en el precipicio alarmante de este desenfreno, los espectáculos deportivos ofrecen en el observador una impresión desoladora. Es muy corriente, aún en  personas  normalmente sensatas y de algún relieve social, ver una apasionamiento imbécil que, por unas horas, las degradan inconscientemente. Esta misma pasión excesiva, produce una ceguera para la apreciación de las razones estéticas de que más arriba ornábamos al deporte-espectáculo. Y nada digamos de esa masa gregaria que trabaja además de para vivir, para ir al fútbol.
Y hemos llegado a un fenómeno de masas muy peculiar del momento: la asistencia puntual y reiterada de las multitudes (el rebaño) al espectáculo deportivo. Ortega y Gasset tratando de explicar las causas de este hecho indiscutible de la aglomeración discurre así: “ hay quien se sorprende de que los juegos físicos encuentren un público tan numeroso y apasionado. Hacen mal en sorprenderse. A parte el nuevo saludable culto al cuerpo informa a ese público tan multitudinario y le mueven otras causas menos nuevas y saludables.
Todo público busca complacerse en el dramatismo de fuerzas y formas que entiende. Ahora bien; es característico de la hora que corre la falta de público para todo lo que consiste en dramatismo espiritual - - arte, letras, ciencia, religión y política superior – y su aglomeración en estadios, canchas, cines, etc. Es que no entiende la dinámica de las luchas espirituales y porque no la entiende, no le interesa; necesita dramatismos más simples; el cuerpo es sencillo y un partido de fútbol o el movimiento de un actor en Hollywood , cosa sobremanera simple”
Esta masa de espectadores no resulta ahíta con la jornada deportiva que presencia y valiéndose de la todopoderosa ley económica de la oferta y la demanda, determina la prensa falsificada de donde va desapareciendo la seriedad. Al llegar aquí nos volvemos a acordar de Spengler ¿no es un síntoma de decadencia el que los  medios informativos  dediquen a diario una atención casi preferente a estas bagatelas? Y si este hecho se explica por razones comerciales ¿no es temerario vender por tan poco la sagrada profesión de enseñar y dirigir? Esta prensa va repartiendo pastos de inquietud por lo simple que alimentan conversaciones intrascendentes y ahogan inquietudes superiores con su acción mortificadora para las preocupaciones humano-sociales.
Resumiendo diremos que el deporte es un valor educativo y por ende formativo para la vida; su fomento es laudable en tal sentido. Pero el desenfreno del deporte puede llevar a cataclismo sociales de suma trascendencia.



viernes, 25 de mayo de 2012

2.- DE SENECTUTE


                                                               DE SENECTUTE

                                                                                                               Por Ignacio Mª Domínguez

Hace unos días y a través de la Red  recibo de un amigo un mensaje que contiene unas optimistas reflexiones y sabias sentencias enalteciendo la vejez. En principio su lectura me ha evocado aquellos años, ya lejanos, en que cursamos las humanidades clásicas (lamentablemente ausentes, en la actualidad, de los programas educativos) y que, con gran ilusión, dedicábamos a la traducción y análisis de los textos de las literaturas latina y griega. Entre ellas estaba el famoso tratado “de senectute” de Cicerón. En él su autor pone en boca de Catón –un viejo de 84 años- una serie de razones que, unidas a la intensa  actividad del sabio anciano, causaron la admiración de los jóvenes Escipión y Lelio dialogantes con el maestro al que le exponían sus argumentos menospreciando la vejez. Como respuesta escuchan la alta valoración de esa edad y sus no pequeñas virtudes. Este debate eterno  entre las edades obtiene del sabio una teórica y auténtica apología de la vejez y un práctico tratado de”Gerogia” (del griego) sobre el arte de aprender a envejecer manteniendo la calidad de vida. Y cito al octogenario: “Es preciso llevar un control de la salud; hay que practicar ejercicios moderados; hay que tomar la cantidad de comida y bebida conveniente para reparar  las fuerzas, no para ahogarlas…” Como se ve prácticas de conducta que resultan de plena actualidad  a pesar de estar escritas cuarenta años antes de la era cristiana y que prescribe y recomienda la moderna Gerontología.                                                                                                                          Arguyen los jóvenes: “La vejez aparta de las  actividades físicas” Respuesta de Cicerón, por boca de Catón: -“Las grandes cosas no se hacen con las fuerzas , la rapidez  o la agilidad del cuerpo sino mediante el consejo, la autoridad y la opinión, cosas de las que la vejez lejos de estar huérfana prodiga en abundancia. Siguen los jóvenes :--“La memoria disminuye” . ---“esto es verdad solo en parte, porque hay ancianos ilustres que han exhibido una feliz memoria como Sofocles, declamando ante los jueces pasajes enteros de Edipo en Colona…”                          Hoy  podemos añadir a ese argumento el ejemplo de autores eminentes que han desarrollado, hasta el límite de su larga vida,  actividades científicas, artísticas o literarias: Goethe concluyó  Fausto a los 82 años; Tiziano pintó obras a los 98 años; el venezolano  Jacinto Convit está a punto de concretar el desarrollo de una vacuna contra el cáncer a los 90 años.  Stravinsky, aquel excepcional compositor  y director y pianista virtuoso  compuso alguna de sus obras a los 85 años. Y dejó escrito este bello pensamiento: --“Cuando ya se han cumplido 80 años –o estamos cercanos—todo contemporáneo es amigo” .Nuestro  genial Gerardo Diego escribió su última obra a los 90 años…
Y así podíamos seguir  relacionando, indefinidamente, una larga lista  en apoyo del argumento.   Por mi parte y por experiencia personal he podido constatar que, desde que llegué a esa que ahora  se denomina, eufemísticamente (no se porqué) 3ª Edad, he podido proseguir  con actividades y aficiones muy gratificantes, léanse literarias,históricas ,musicales, de las  que durante mi vida laboral y por imperativo de las circunstancias (primum vivere deinde philosophari)  tuve que prescindir necesariamente.   
                Al margen de las distintas definiciones de la vejez: Edad cronológica, edad del retiro, edad funcional, etc. Podemos concluir, generalizando, que es una etapa vital que, al transcurrir del tiempo, produce efectos en la persona que sigue acumulando experiencia humana fecunda y por ello positiva para el desarrollo individual y social. Seamos, pues, optimistas. ¡ Adelante compañeros de la “cofradía” de los octogenarios! Seamos optimistas y encaremos el futuro invirtiendo en la buena dirección la rica experiencia acumulada.
Desearía que estas reflexiones sirvan de aliento a mis “amigos que han cumplido 80 años o estén cercanos” para influir, benéficamente, en nuestro entorno social, sobre todo entre los jóvenes, para intentar conseguir esa paz y convivencia que está pidiendo a gritos nuestra sociedad.-

jueves, 24 de mayo de 2012

1.- SAN SEBASTIAN PATRONO DE CIUDAD RODRIGO









SAN SEBASTIAN Y EL SITIO DE CIUDAD RODRIGO

HALLAZGOS IMPORTANTISIMOS

Por noticias que debo a la amabilidad del muy ilustre señor Deán Don Santiago Sevillano, quien a su vez las recibiera del ilustrado profesor del Instituto de Logroño, amante y entusiasta admirador de Ciudad Rodrigo don Fernando Díaz, he podido averiguar el paradero de objetos preciosísimos, arrinconados hasta el día, por olvidar quizás que a la par que trofeo glorioso de nuestra guerra de la independencia, son el mejor homenaje que el reconquistador  de la plaza Lord Wellington pudo tributar al valor, heroísmo y religiosidad de la noble Miróbriga.
Antigua y verdaderamente entusiasta es la devoción del pueblo de Ciudad Rodrigo a la inocente víctima de Diocleciano y glorioso mártir San Sebastián; y aunque la antigüedad y la tradición pudiera abonar a favor de la entusiasta veneración de los mirobrigenses, además de la santidad del mártir y de los beneficios recibidos, hay algo típico, especial, cosas y costumbres peculiarísimas que dan carácter y distinguen esta fiesta de las demás del  año y que la antigüedad de la devoción no las explica.
El abrir la marcha de sus procesiones, sendos y atronadores redoblantes, las terribles e incorregibles batallas a pedrada limpia en fosos y murallas por motrilones antes amigos y divididos en bandos enconados desde el punto y hora en que el Santo sale de la Iglesia; los honores militares tributados hasta el día por la mucha o poca guarnición de la plaza; el fajín de general que cuelga de la cintura de la Santa Imagen, el casco, el bastón y la espada, que lleva a sus pies sobre las andas: la cooperación del Cabildo Catedral, el de la Villa, el ilustre Ayuntamiento y la Cofradía, para solemnizar sus novenas y festividades; y hasta la buena costumbre de las damas mirobrigenses , de despojarse en ese día de los ridículos atelarres de una moda extranjera, para lucir con orgullo el airoso y clásico traje de la tierra, son cosas que sueltas o reunidas indican un fundamento serio, y no vanos caprichos elevados a costumbre por fieles, de piedad más o menos antojadiza.
Hace años me ha dicho un amigo, cuando esta plaza fuerte estaba en su apogeo, el 11 y el 20 de enero salían los regimientos de sus cuarteles y reunidos en la Plaza Mayor se les daba la orden de la plaza, que mandaba tributar honores de  Capitán General al Santo Mártir, y a rendirlos acudía con sus músicas y a banderas desplegadas la guarnición de todas armas franca de servicio; y  el 11 de enero, añadía, cuando desde el Arrabal de San Francisco lo subían, como hoy, a la Catedral para celebrar el novenario, al entrar el Santo por la Puerta del Conde, formaba la guardia; las cornetas y tambores batían marcha y adelantándose la autoridad militar colocaba sobre las andas del Santo las llaves de la plaza, resignando en él el mando mientras estaba intramuros; del mismo modo que cuando una persona real o un Capitán General visita por  primera vez una murada fortaleza.
En los panegíricos del Santo pronunciados en esta S.I. Catedral, aun siendo joven, no a uno, sino a varios oradores, oí que San Sebastián gozaba honores de Capitán General, y uno de estos oradores que vive y he consultado, me ha dicho más, que en el sermón que él predicara y que me ha ofrecido porque lo conserva escrito, afirmaba tomándolo de la tradición oral y aun de algún otro lugar, que el Santo tenía esos honores por concesión de Lord Wellington en el día 20 de enero de 1812, o sea el día después de la reconquista de la plaza por el ejército aliado, premiando así en el Santo de los amores mirobrigenses, el heroísmo que no podía premiar en los individuos por prohibición de su Gobierno.
Por el año 58 y 59, me ha dicho otra persona que he consultado, llevaba el Santo ceñido a un cintura un fajín verde, y en lugar del casco romano que hoy lleva sobre las andas, (regalo de don Francisco Osorio) y del sable y  bastón (regalo del General de Artillería don Ramón Tovar, padre político de la virtuosa señora doña Eulalia de la Paz), llevada un sombrero apuntado de tercio pelo negro con galón y escarapela, un grueso bastón con larga contera de metal y una espada antigua.
Y lo trascendental, lo verdaderamente importante, es que eses sombrero apuntado, ese bastón de mando, esa espada antigua y el fajín verde, que se convervan y he encontrado, pertenecieron  a Sir Arturo Wellesley, generalísimo del ejército aliado y después Duque de Welington y Duque de Ciudad Rodrigo.
El ilustradísimo profesor del Instituto de Logroño don Fernando Diaz, en carta que dirigiera al muy ilustre señor Deán, y que este señor tuvo la de delicadeza de enseñarme en medio de muy sinceras laudables y patrióticas excitaciones, después de una profesión de  amor ardiente al pueblo de Ciudad Rodrigo donde, aun que no nació, pasó desde los cuatro, los primeros 28 años de su vida, teniendo en Ciudad Rodrigo y en sus sitios vinculados sus más dulces recuerdos y afecciones, asegura, por haberlo oído a personas que tomaron parte en la lucha y fueron por consiguiente testigos presenciales, que el día siguiente de la reconquista, 20 de enero de 1812, pasearon los supervivientes por entre las ruinas de la población de la imagen del Santo por ser su festividad y en reconocimiento y  acción de gracias por la recobrada independencia, y como Lord Wellington que presenciaba la procesión, rodeado de su Estado Mayor viera acercarse la imagen del Santo, se adelantó hacia ella, y entre las lágrimas y los vivas de lo mirobrigenses, se desciñó la espada y el fajín y juntamente con su bastón y su sombrero lo puso todo a los pies del Santo, concediéndole al mismo tiempo honores de Capitán General  y desde entonces el sombrero, la espada, el fajín y el bastón de Lord Wellington salieron siempre sobre las andas del Santo, hasta que por el año 60 fue sustituido el sombrero, en atención quizás al mal estado en que se encontraba, por un casco con visera de la edad media, que a su  vez lo fue por el romano que ya habemos mencionado, el  fajín por otro de entorchados y borlas de oro, y el bastón y la espada por los ya mencionados también, y que si son producto de votos piadosos y  siempre hermosísimos de mirobrigenses ilustres, no tienen la honrosa significación de los primeros.
 ¿No podrían, añadía el señor Diaz, encontrarse estos objetos?.
Contra lo que era de esperar, pues la incuria en estas materias ha sido grandísima en Ciudad Rodrigo, los objetos mencionados han aparecido todos, y los posee la ilustre Cofradía del Santo.
Sepa pues esta piadosa corporación, que esos objetos es menester sacarlos de donde están, a la luz, y en un lugar decente, pues son de valor inestimable, no por la materia de que están hechos sino por ser un trofeo glorioso de aquella grandiosa epopeya, y porque en si encierran un acto de simpática piedad del general inglés, al Santo más venerados por Ciudad Rodrigo, y un hermosísimo homenaje de admiración que Wellington en nombre de Inglaterra, pues que su general y su representante era rindió al valor el heroismo y la religiosidad de nuestro pueblo.
Resulta pues, y emplearemos, aunque nonos fascine la literatura curialesca de los resultados, que

1º Los honores de Capitán General recientemente concedidos por el Gobierno español a la Virgen del Pilar de Zaragoza, los tiene la imagen de San Sebastián desde el 20 de enero de 1812, concedidos por Wellington cuando humeaban aun los encendidos escombros de la reconquista.
2º Que el sombrero, fafín, espada y bastón que usó el Santo hasta el año 60, por testimonio de testigos presenciales, son los que regalara Wellington en la citada fecha, y que han parecido.
3º Que el batir marcha de los tambores en las procesiones del Santo, así como las tradicionales batallas a pedrada limpia de los pilletes mirobrigenses, son manifestaciones y guerreros simulacros, muchas veces sangrientos, que recuerdan aquellos acontecimientos gloriosos.
4º Que la cooperación del Cabildo Catedral,  el de la Villa el ilustre Ayuntamiento, la Cofradía, y en suma, de todo Ciudad Rodrigo para festividades del Santos, son el resultado  de haber vinculado  en esta Santa Imagen las glorias de los Sitios y en su fiesta la santa conmemoración de aquellas grandiosa epopeya; y
5º Que el despojarse en ese día las damas mirobrigenses de los atelarres de modas francesas para vestir el rico traje de la tierra, más que capricho de vanidad femenina, es un tributo de honor y de admiración hacia aquellos charros y aquellas charras heróicas que junto a los muros de Ciudad Rodrigo abatieron las águilas orgullosas del coloso.


(Artículo en prensa local, firmado por el historiador D.Jesus Pereira en el Primer Centenario)